Moriles, tierra de fino.

Moriles, tierra cordobesa tan vinculada al vino que en su bandera luce un racimo de hermosas uvas. Es normal que una tierra de vino, del que viven la mayoría de las familias morilenses, celebre con alegría la Fiesta del vino nuevo. Y lo festejan cada año a finales de noviembre porque «por San Andrés, el mosto vino o vinagre es». Es un día de orgullo local por tener un año más, pese al largo y duro verano, un vino nuevo fresco, con cuerpo y con agradables aromas a manzana verde y a levadura. Las bodegas y lagares presentan el vino en sociedad, como en un bautizo, con sus mejores galas y en un ambiente festivo donde los venenciadores (niños y jóvenes) ofrecen al visitante, con ese arte elegante y único que da el manejo de la venencia, un vino que suda espuma en la copa.

La importancia del vino nuevo es enorme pues será el que pase a la última criadera de las salas de crianza y allí, en las silenciosas botas de roble, se entregará a las voraces levaduras en ese acto de amor que es la crianza biológica y el velo de flor podrá así seguir existiendo. El vino viejo, agradecido, transmitirá sus características al joven ávido de la sabiduría de sus mayores. Esto es el rociado de vino nuevo: un lento y hermoso proceso de educación de los vinos jóvenes por los vinos viejos, clave para entender el Sistema de Criaderas y Solera, tan complejo, tan único, tan andaluz, tan nuestro.

Como enamorados del vino que somos, hemos querido acompañar a Moriles en su fiesta para sumarnos a la exaltación del vino y para explorar las entrañas de sus bodegas. Sumilleres, enólogos, cocineros, distribuidores, profesores de enología y hostelería… un variado perfil de profesionales llegados al pueblo en romántica ruta para declarar su amor a los finos de Moriles. Iniciamos la jornada en las flamantes instalaciones del Centro de la Cultura del Vino, donde descubrimos de forma clara y didáctica la magia de la uva pedro ximénez, la madre de los vinos más secos y los más dulces, el origen de los vinos más complejos del mundo. Y aunque de su zumo salen excelentes finos, amontillados, olorosos, palos cortados y pedro ximénez, aprendimos que Moriles es sobre todo tierra de fino.

La razón: Moriles Altos,  considerada junto a la sierra de Montilla zona de calidad superior dentro de la DOP Montilla-Moriles. De calidad superior es la elevada albariza, la tierra caliza que tanto contribuye a la óptima maduración de la uva. De calidad superior son las levaduras autóctonas, inagotables trabajadoras en su labor de proteger con celo el vino y que en Moriles parecen no agotarse jamás. De calidad superior son, en fin, los finos de Moriles, con destellos verdosos, aromas quizás más frutales y menos punzantes que los finos de Montilla y Jerez y de acentuada salinidad que nos hace salivar en cada trago. Y superiores y de calidad son las gentes de Moriles, trabajadores, amables y acogedores que nos recibieron como como al amigo de siempre. En la penumbra de las bodegas pudimos disfrutar de los vinos en rama, recién apartados de sus madres para llenar nuestras copas, y también disfrutamos de las generaciones de gente joven que nace enamorada del vino y que con la pasión de la juventud están haciendo una fructífera labor de promoción para que los finos de Moriles dejen de ser los grandes desconocidos.

Acabamos la jornada charlando con las gentes del pueblo, comiendo las migas tradicionales a base de pan, chorizo y torreznos hechas en perolas gigantes que las bravas mujeres manejaban con soltura y alegría. Y con vino nuevo, mucho vino nuevo de las cooperativas y lagares del pueblo. Para rematar el festín, un postre donde también el vino es protagonista: las dulcísimas gachas de mosto morilenses. Y así, con ese excelente sabor de boca, salimos de Moriles con el firme compromiso de fidelidad y de entrega a sus grandes vinos.

Nota: «La ruta del vino nuevo» es una actividad puntual organizada por Caracol Tours para los socios de Vinavin y la Asociación de Sumilleres de Córdoba, a la que también se han unido profesionales de Sevilla y Badajoz. Agradecemos la colaboración del Ayuntamiento de Moriles, el Centro de la Cultura del Vino y las bodegas que nos han recibido por hacer posible esta ruta.

 

Un baño de bosque

Los urbanitas nos hemos convertido en «analfabetos de la naturaleza» porque desde hace años vivimos ajenos a ella y somos incapaces de reconocer sus estímulos. Nuestro enfrascamiento tecnológico reduce nuestro universo a pantallas -estamos más de 8 horas al día pendientes del móvil, la tablet, el ordenador o la tele- lo que nos ha llevado a un «síndrome de deficiencia de naturaleza» que la psicología ambiental relaciona con los grandes males de nuestro tiempo: el estrés, la ansiedad, la obesidad y la hiperactividad. Saltan las alarmas… ¡la vuelta a los espacios naturales es una necesidad!

Si a principios del siglo XX los médicos de todo el mundo proponían baños de mar terapéuticos, hoy los doctores japoneses recomiendan a sus pacientes baños de bosque (shinrin-yoku). Este término fue acuñado en 1982 por el gobierno nipón para intentar reducir la elevada tasa de suicidios y para acabar con la muerte por exceso de trabajo (karoshi). Treinta años después, más de 5 millones de japoneses disfrutan de los efectos curativos del bosque. Inspirada en la medicina tradicional china y en la veneración a la naturaleza del sintoísimo japonés, esta práctica se considera hoy medicina preventiva en Japón y la Agencia Forestal ha certificado más de 50 espacios naturales donde poder practicarla.

La terapia forestal es muy simple: consiste en caminar por la naturaleza en silencio, sin móviles, sin cámaras, sin cascos y concentrados en lo que nos nuestros sentidos detectan en el espacio natural que nos rodea. Los mensajes son múltiples: el olor de las plantas y de la tierra húmeda, el ruido del viento en las hojas de los árboles, el chasquido de la hojarasca bajo nuestros pies, el canto de los pájaros, la luz que se filtra por las ramas, los colores y texturas de hojas y cortezas de árboles… El paseo se combina con actividades paralelas como andar descalzo, ejercicios respiratorios, taichi o la recolección responsable de frutos silvestres de temporada. Se recomienda iniciarse en los baños de bosque de la mano de expertos que nos enseñen cómo llevar el paso, cómo respirar y cómo vivir la experiencia de manera consciente. Y practicarlo un mínimo de 4 horas 2 veces por semana durante 3 meses.

Pero ¿cuáles son los beneficios de esta «medicina del bosque»? Japón, Corea del Sur, EEUU, Finlandia, RU y Grecia lideran la investigación de  las propiedades curativas de los baños de bosque. La clave está en las fitoncidas, compuestos volátiles que desprenden los árboles (más cuanto más viejos) para defenderse de hongos, bacterias e insectos y que son la base de los aceites naturales utilizados en la aromaterapia. La exposición prolongada a estas sustancias tiene múltiples efectos beneficiosos para nuestra salud física y psicológica: bajan los niveles de glucosa en sangre, se reduce la presión sanguínea y se activa nuestro sistema inmunológico.  Pero es que además, las funciones cognitivas y ejecutivas del cerebro a través de las cuales resolvemos problemas, planificamos y tomamos decisiones parecen debilitarse en plena foresta a la par que se activa la parte del cerebro relacionada con el placer, la empatía o las emociones. Como resultado de todo esto, los niveles de ansiedad, depresión, angustia y fatiga se reducen.

No menos eficaz es el «efecto contemplativo»: admirar la grandeza de los árboles centenarios, emocionarnos al abrazarlos y al sentir su corteza rugosa en nuestros dedos, sentir cómo fluye la energía de la tierra a través de nuestro cuerpo… es un magnífico ejercicio de toma de consciencia de nuestra pequeñez y de lo efímero de nuestra existencia, lo que nos lleva a reconciliarnos con la idea de que somos parte de la naturaleza y no podemos vivir dándole la espalda.

Lamentablemente la medicina occidental no está preparada para recetar salud sino remedios a enfermedades, por lo que estamos lejos de que nuestros hospitales y médicos se familiaricen con las «recetas de baños de bosque». Pero por fortuna no faltan iniciativas brillantes como el programa de Accionatura y la Universitat de Girona para la conservación de bosques maduros de Catalunya con árboles centenarios y bicentenarios que se salvan de la tala y se destinan a la creación de red de itinerarios forestales terapéuticos. ¡Es un magnífico y esperanzador comienzo!

Si no vives cerca del bosque, no desesperes: también en la ciudad puedes realizar esta práctica siempre que haya parques con árboles viejos. Si tampoco es el caso, siempre puedes dedicar una hora al día a contemplar tus plantas, a regarlas con mimo y a limpiarlas de hojas secas mientras disfrutas de una infusión con hierbas de tus propias macetas. Es la forma más simple de sentirnos unidos a la naturaleza sin salir de casa.

Reconocer y saber interpretar los estímulos de la naturaleza es una vuelta a nuestros orígenes y nos hace menos egoístas y más saludables y creativos. Los baños de bosque son una valiosa fórmula para aprender a ser básicos, a ser felices.

La ruta del sol

La Agencia Estatal de Meteorología confirmaba recientemente algo que a pocos ha sorprendido: que Córdoba es la capital más calurosa de España. No es por tanto extraño que aquí tengamos la única «Ruta del sol» del país. Lo que sí es curioso es que dicha ruta nada tenga que ver con aprovechar terrazas urbanas para broncearnos ni con buscar puntos estratégicos para ver hermosos atardeceres con un sol de fuego. Hablamos de la visita guiada por extensos campos de girasoles que cubren las colinas cordobesas de oro fulgurante y que Caracol Tours ofrece desde 2014. Y es que la contemplación de los girasoles andaluces está de moda… ¡en Japón!

«El sol nace en Japón pero vive en Córdoba en forma de enormes girasoles», nos decía una pareja de recién casados que visitaba nuestros campos para celebrar su luna de miel. Otra pareja ponía entre girasoles el broche de oro a la celebración de su jubilación. Hay quien vino solo, en busca de fotos que despertarán la envidia de sus compañeros de trabajo. O las amigas que eligieron solamente 5 ciudades europeas para «sentir la vieja Europa» y entre ellas estaba Córdoba por su Mezquita y sus girasoles. Familias con niños, blogueras influyentes, parejas en busca de relax, grupos de amigos locos por nuevas sensaciones… El perfil de los japoneses que visitan los campos de girasoles cordobeses es muy variado pero ¿qué les motiva a cruzar medio mundo para ver flores?

La relación de los japoneses con las flores le debe mucho a un principio del zen japonés: mono no aware o compasión por lo efímero. Las contemplan, las admiran y disfrutan con el simple hecho de estar a su lado y es que, ante una flor, un japonés experimenta una triple sensación: lástima por la corta vida de la flor, agradecimiento porque la flor le brinda un goce estético y alegría porque puede acompañarla en su breve paso por el mundo. Si a esto sumamos que, tras el desastre de Fukushima, se plantaron girasoles para limpiar la radiactividad del aire y del suelo, podríamos comprender por qué el girasol se ha convertido en objeto de deseo nipón. Pero hay otra razón aún más decisiva que las anteriores: el gigante Toyota eligió las colinas de girasoles andaluces como escenario para rodar un impactante anuncio en el que un jeep se perdía entre las flores, fijando para siempre en la mente de los japoneses la sensación de libertad.

Nada hay nada más slow que un campo de girasoles, aprendamos a disfrutarlos también nosotros. El amarillo es, ante todo, el color del sol y su contemplación nos lleva a sentirnos vivos. Según la psicología del color, relacionamos el amarillo con relajación, frescura y dinamismo. Es purificante y desintoxicante, por lo que se usa en terapias cromáticas para tratar desequilibrios físicos. Es el color que mejor se ve en la distancia, de ahí que los taxis de grandes urbes como NY sean amarillos -y por esa misma razón nuestra vista distinguirá siempre en la lejanía los campos dorados. Pero es que además, es el color del oro por lo que nuestro cerebro lo relaciona con el dinero y el poder.

Razones de sobra para relajarnos ante este regalo que nuestros agricultores nos ofrecen cada año, alternándolo con las sinuosas extensiones de trigo o con los geométricos paisajes de olivos. Y cuando nos hablen del calor que hace aquí les diremos que sí, que es normal, porque el sol vive en Córdoba.

 

Los millennials japoneses

Los millennials son los nuevos consumidores: jóvenes de 18 a 35 años que con la llegada del nuevo milenio han empezado a gastar. Son jóvenes hiperinformados, multidispositivos y que quieren experimentar todo en primera persona. Desde sus móviles y tabletas reservan entradas, hacen la compra, ligan y participan en chats para formar su opinión. Es difícil pretender aconsejarlos -saben más que nadie y siempre tienen razón. Las marcas mundiales se devanan los sesos buscando la forma de acercarse a este sector de la población con poder adquisitivo creciente que pasa soberanamente de las fórmulas tradicionales del mercado. Y si encima estos jóvenes pertenecen a una cultura tan lejana y diferente a la nuestra como la japonesa, pretender captarlos se presenta misión más que complicada para las empresas españolas.

Complicado pero no imposible.

En Septiembre 2014 mi amiga Mina organizó un evento para promocionar el turismo lento de Caracol Tours en Tokio. Entre los asistentes había una chica con cara de niña -suele pasar con las japonesas- y aspecto tímido que se presentó como «Sayuri Ishii, blogger, escritora y fotógrafa» tras lo cual me regaló el libro que acababa de publicar: una guía de Ibiza para jóvenes japoneses. Con menos de 30 años y 35 países en su maleta, Sayuri es millennial y conoce las necesidades y gustos de la juventud nipona a quien dirige desde hace 4 años sus posts de viajes y gastronomía. Y no lo debe hacer mal a juzgar por las 35.000 visitas mensuales que recibe su web. Aquella noche lo tuve claro: agradecí a Sayuri el regalo y le dije convencida «La siguiente guía será la de Córdoba».

Hay veces en que los deseos se cumplen sin ranas, pestañas ni estrellas fugaces.

El proyecto «Hola millennials» fue presentado el 18 de abril a empresas e instituciones cordobesas y Sayuri acaba de volver a Japón tras 2 semanas recorriendo Córdoba y provincia. Nada le ha faltado por disfrutar de la Córdoba Patrimonio de la Humanidad conocida en el mundo entero: la Mezquita y monumentos del Casco Histórico, Madinat Al-Zahra, los patios, el flamenco, el tapeo, los caballos… Pero además, ha visitado huertas de naranjos en flor en Palma del Río y disfrutado del zumo de naranjas ecológicas recién exprimidas. Ha temblado de emoción al sujetar en sus brazos a un cordero de nuestra raza merina autóctona y al contemplar el brillo de las primeras hojas de cepas de pedro ximénez en Montilla. Ha enmudecido desayunando en un mar de olivos en la Subbética y recorriendo la dehesa de Los Pedroches, donde se perdió entre vacas retintas y amapolas. Sorprendida de la pureza del agua de Cabra que riega huertas ecológicas, disfrutó recogiendo las habas para el almuerzo y también columpiándose como una niña en los campos montillanos. Se declara fan de nuestra cosmética natural ecológica a base de aceite de oliva, de nuestra repostería casera tan espectacular a la vista como saludable y del olor a azahar de nuestras calles en abril.

Sayuri ha encontrado en Córdoba algo que muchos jóvenes japoneses demandan tras el horror de Fukushima: un destino de aire puro, de flores, árboles y cultivos ecológicos, donde el respeto por la naturaleza es un valor destacado. Hay otras Córdobas pero ésta es la que Sayuri ha conocido, amado y elegido como destino para los jóvenes japoneses. Y es real. En septiembre la primera guía de Córdoba en japonés estará en las librerías de Japón. ¡Bienvenidos millennials!

Azahar, el califa del abril cordobés

El turismo lento en Córdoba despierta curiosidad dentro y fuera de nuestras fronteras. Los últimos, touroperadores japoneses decididos a conocer las actividades slow de Caracol Tours. 12 horas entre la provincia y la capital para dar a conocer diferentes propuestas pausadas, esas que nos ayudan a difundir nuestras tradiciones contadas por los propios cordobeses. El tiempo acompañó, lució un sol espléndido y no pasamos de 22º. Pero es que además estamos en abril en plena explosión del azahar, el califa de la primavera cordobesa. Como los califas de Al-Andalus, el azahar viste de blanco impoluto y es todopoderoso y omnipresente. Es el dueño y señor de las calles y hogares de Córdoba. Se cuela en las conversaciones de los cordobeses y ocupa sus sentidos desde que salen de sus casas. Sosiega la vista con solo mirarlo y su aroma relaja las mentes fatigadas e inspira las almas de los artistas…

Siguiendo la huella del azahar, llegamos a Biovalle, el naranjal ecológico de Palma del Río y escenario de nuestra ruta «Entre naranjas». Os dejo la descripción que Juan Salamanca, propietario y “currela”, hace de la mañana que pasamos junto a nuestros invitados. «Realizamos un recorrido a pie entre naranjos de más de medio siglo en el que conocieron algunos detalles del cultivo ecológico de cítricos. Pero sobre todo, nuestros viajeros dejaron volar los cinco sentidos ya que la visita estuvo más centrada en las sensaciones nacidas de verse inmersos en un cultivo ecológico de cítricos. Aprovechando el reciente inicio de la floración, el azahar se convirtió en el eje central a partir del que pivotó toda la visita. Las flores inmaculadas del naranjo fueron fotografiadas, olfateadas, acariciadas  y hasta bebidas, ya que probamos el dulce néctar que tanto aprecian las abejas en estas fechas. Pero además el grupo disfrutó buscando nidos de topillos en el suelo blando tras la lluvia, los avisperos entre el aloe y también alcachofas y espárragos silvestres hábilmente camuflados. Y por supuesto a lo largo de la ruta no faltó la degustación de los diferentes cítricos que aún permanecían en los árboles, directamente recolectados por cada participante: cadeneras, salustianas, pomelos rojos… El tiempo acompañó en esta agradable mañana que se hizo corta entre zumbidos de abejas, cantos y vuelos de aves y el crujir de la espesa hierba que tapiza las huertas de Biovalle y que en esta ocasión aparecía nevada de flores de azahar. Terminamos el paseo visitando un ejemplar de más de 50 años de mandarino de la variedad Satsuma, originaria de Japón, que sin duda supone una conexión entre ambas culturas. El momento más esperado llegó al relajarnos alrededor de la mesa, donde entre todos elaboramos diferentes platos que tenían como ingrediente principal la naranja ecológica, especialmente la cadenera. Platos a los que estamos muy acostumbrados por estos lares pero que provocaban cierto asombro  en los visitantes nipones, no muy acostumbrados a mezclar aceite virgen extra con naranjas, o a degustar la miel de azahar, sola o acompañando a las naranjas o a la impresionante hogaza de pan campero”.

Ya en Córdoba, viajamos en el tiempo en una tetería andalusí donde el té a la menta magrebí alcanzó cotas insospechadas de aroma con solo dos pétalos de azahar. Tiempo de silencio y de aroma reconfortante, tiempo de relax. Tiempo de azahar. La jornada continuó con una ruta de patios y otra de tabernas… pero eso lo dejamos para otro día… hoy nos despedimos con la reflexión de un buen amigo, que decía que «aunque el idioma y la cultura sean diferentes, la tranquilidad, la belleza de una flor y los buenos alimentos despiertan nuestros sentidos y nos unen inevitablemente». Feliz Córdoba en abril.

Vivir despacio, viajar lento

Vamos a hablar de ir despacio por la vida, sin prisa ni presión. De poner en claro nuestras prioridades e intentar acabarlas de una en una. De dedicarnos miradas introspectivas que nos ayudarán a conocernos mejor. De aprender a decir que no y a disfrutar de momentos en silencio con nosotros mismos. De seguir los ritmos que marcan el día y la noche y las estaciones, porque también nosotros somos naturaleza. De vislumbrar cómo los modelos impuestos socialmente pueden no ser los más adecuados.

Vamos a definir nuestro modelo de vida, nuestro modelo de viaje.

Porque vivir es viajar y porque en cada viaje queremos vivir sensaciones nuevas. Como escuchar el viento entre las ramas de encinas y olivos centenarios. O cegarnos por el color radiante de un campo de naranjas bañado por sol. O emocionarnos al comprobar cómo cambia el tacto del girasol cada día, cómo crujen las uvas bajo nuestros pies, cómo bailan nuestros dedos en la cerámica resbaladiza. Queremos sentir como nuestro el sudor del bailaor que zapatea y el aliento del caballo que baila. Queremos admirar el brillo de la plata labrada e impregnarnos del olor inconfundible del cuero, que se mece en las manos del artesano. Y del olor de azahar y de pestiños y de ajos y de vino y de aceite… porque todo eso somos nosotros.

Hagamos el hermoso esfuerzo de reconocer nuestras raíces, de identificar nuestras tradiciones y de intentar vivir en paz con la Tierra, con el mundo y con nosotros mismos.

Eso es vivir despacio. Eso es viajar lento.